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11 de septiembre de 2009

JUEGOS DE OTRO TIEMPO

El trompo y el yoyó en el recuerdo
Hace unas décadas los juegos infantiles al aire libre eran parte del paisaje urbano. La imaginación recreaba escenarios y roles para todos. Estos pasatiempos —aseguran los más nostálgicos—motivaban el aprendizaje de normas básicas de convivencia. Pero ya no lo son más: desde que la violencia obligó a todos a permanecer en nuestras casas, la soga, la liga, el lingo (¡qué dolor de espalda!), la ronda y otros más dejaron poco a poco de practicarse.

La propagación de Internet y los juegos virtuales hicieron lo suyo. La cautivadora tecnología terminó por desplazar a la canga, el palito chino, matagente (¡bola al cuerpo!), bolitas (con las que se juega a los ñocos), kiwi, bata, mundo, siete pecados (bola al aire y grita el número), etc.

También estaban los juegos de persecución como las escondidas, policías y ladrones, chapada, gallinita ciega, lobo ¿estás?, chicote caliente, san miguel. Y, por supuesto, cómo olvidar los juegos de destreza como el trompo (con el cono de pino y la punta de acero “sedita” en las manos), los yaxes, aros, yoyó, hula hula, bolero y run run.

Fueron, precisamente, las bolitas y los yaxes dos de los juegos predilectos. Este último consiste en tirar las piezas de plástico o metal al suelo y luego lanzar la pelotita de jebe al aire mientras con una sola mano se recogen los yaxes. El dominio de la palma y de los dedos es básico para alcanzar la gloria.

En el caso de las bolitas —lecheras o de cristal— no importaba si se jugaba en piso de cemento o en tierra, lo fundamental era demostrar la puntería, darle a todas las otras y “enñocar” la propia. Se jugaba de dos o más. El perdedor cedía al ganador una bolita nueva o figuritas.

“Juegos como las escondidas, chapada, lingo o la ronda promueven espacios de exploración y escenarios de socialización, asimismo, motivan la capacidad comunicativa de los menores”, asegura el psicólogo David Jáuregui, para quien “el tiempo y la tecnología han variado los juegos y los juguetes, pero no la esencia misma de jugar”.

“Aunque algunos juegos de computadora estimulan la deducción y el feedback, la mayoría privilegia la violencia. El niño, en plena etapa imitativa, ve en esa violencia de los juegos un reemplazo a su propia realidad”, advierte el especialista.

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